¿Alguna vez te has reconocido sintiendo incomodidad ya sea por llevar a cabo un trabajo, relacionarte con ciertas personas, profesar tal religión, continuar en una relación que no te nutre? ¿Alguna vez has dejado la justificación de lado y te has atrevido a preguntarte para qué hago lo que hago o estoy en un determinado lugar?
Si es así… lo que a continuación leerás te servirá para atreverte a cuestionar aún más, no para conflictuarte, sino para comprender y hacer consciente esos comportamientos que te pueden traer sufrimiento e insatisfacción en esta vida, tu vida. Y mejor aún, saber que es una responsabilidad personal el realizar cambios de manera consciente como el adulto que eres. Responderte honestamente la siguiente pregunta: ¿Qué habría elegido ser o hacer de no haber escuchado el mandato de tu familia?
La palabra mandato deriva del latín manus (mano) + dare (dar) hace referencia a un encargo que debe ser dado en mano. Es lo que se espera de cada miembro de la tribu, por ejemplo, el hijo mayor, deberá estar como soporte de la familia, la hija mayor debe ayudar a la crianza de los hermanos menores, la hija pequeña se quedará a cuidar a los padres en edad avanzada, etc. La característica de un mandato es el peso y en ocasiones sacrificio que representa para la persona que lo asume, la mayoría de las veces no son órdenes explícitas, sino implícitas en las reacciones de nuestros progenitores, donde con conductas nos dejan ver que es lo permitido y qué no lo es.
Estos mandatos suelen pasar de generación en generación porque no se ha tomado conciencia de ello, porque se han asumido de manera automática, sin cuestionar o levantar la voz y el inconsciente suele regresar a lo irresuelto.
Cumplir un mandato es aceptar razones oscuras que desconocemos y la ganancia es el complacer a los antecesores, conservar nuestra inocencia y en apariencia pretender que todo está bien. Aunque nuestro cuerpo grite con síntomas y enfermedades lo contrario.
Llegamos a este mundo siendo hijos de… cargados de información transgeneracional, crecemos y luego con lo que se nos han dado comenzamos la difícil tarea de traducir el mundo exterior, todo lo que hay en ti… está en mayor medida en tus árboles genealógicos de las ramas materna y paterna, aprendemos en la mesa familiar, y más aún, antes de sentarte en ella.
Las células de nuestro cuerpo son tan sabias que nos avisan con incomodidad cuando algo no va bien, nuestra tarea… escucharlas, sentir si se contraen o se expanden, si están felices o tristes. Hacernos conscientes de lo que será necesario soltar, lo que ya se ha cargado y se ha cumplido hasta nuestro presente, comenzar a preguntarnos ¿Qué quiero o deseo experimentar? Arriesgarnos a volar y honrar nuestras raíces con la libertad de hacer cosas nuevas, ya sea desde nuestra reacción al solucionar un conflicto, permitirme la equivocación, desarrollar la tolerancia a lo diferente y aceptar el mundo con toda su diversidad, dejar ser a quien está a mi lado.
El mandato familiar tiene una función en nuestra vida y es la de despertar, cuestionar y asumir riesgos que nos pueden llevar a mundos más equilibrados y armoniosos.
Y ahora en mi mente resuena la letra de una hermosa canción: caminante no hay camino, se hace camino al andar.
¿Te sientes identificado con alguna de estas situaciones? lo más recomendable es que necesites tomar una constelación familiar en cualquiera de sus modalidades. Nosotros ofrecemos el servicio de terapias a distancia (Constelaciones Fluviales).
Fuente: Diana Paris. (2016). Mandatos familiares. Del nuevo extremo.
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